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Superar el miedo a las agujas

Algunos consejos para superar la “tripanofobia” y que las visitas a los servicios de salud no representen un problema.

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Superar el miedo a las agujas

Para muchas personas, ponerse una inyección o sacarse sangre es una propuesta que eriza la piel. Los estudios indican que alrededor de 19 millones de adultos estadounidenses le tienen miedo a las agujas. A esto se le llama “tripanofobia”, que literalmente es miedo a las agujas. Para algunas personas, es tan aterrador que evitan vacunarse contra la influenza, donar sangre o, como ha ocurrido más recientemente, vacunarse contra la COVID-19.

Para las personas que forman parte de la población con enfermedades poco frecuentes, la tripanofobia puede ser un obstáculo serio para conseguir la mejor salud posible, especialmente para las personas que dependen de un tratamiento con perfusión o de análisis de sangre frecuentes.

“Una fobia relacionada con las agujas es bastante problemática ya que puede que una persona evite el tratamiento médico y los cuidados preventivos debido a las preocupaciones relacionadas con las agujas que se utilizan para poner inyecciones o sacar sangre para los análisis de laboratorio”, dijo Eric Patterson, un terapeuta de Pensilvania occidental especialista en fobias. La buena noticia es que muchas personas vencen la tripanofobia. Beverly  Zimmermann ha sentido recelo por las agujas desde que tenía 7 años y ha pasado por una serie de vacunas contra las alergias. Además, la mujer de Wilmington, Delaware, ha estado donando plasma por años. Antes de comenzar el proceso de aféresis, ella se recuerda que su plasma va a ayudar a personas que están enfermas.

“No miro cuando me ponen la aguja. Simplemente lo hago”, dice.

Luego del pinchazo, se pone sus audífonos y ve una película para distraerse.

Mirar hacia otro lado o enfocarse en algo más son técnicas simples para lidiar con la tripanofobia leve.

“Jugar un juego en el celular. Elegir un póster del hospital y enfocar la atención en él. La clave es restarle importancia a la anticipación de la aguja que perfora la piel”, dice Sandra Henderson, una consejera profesional autorizada de Los Ángeles.

Los síntomas de la tripanofobia incluyen:

  • Sentir que se va a desmayar o que va a perder el conocimiento al ver o pensar en agujas,
  • aumento de la frecuencia cardiaca o de la presión sanguínea,
  • disnea, boca seca y náuseas.

Steven Rosenberg, un psicoterapeuta y especialista en comportamiento en las afueras de Filadelfia, dice que la tripanofobia puede ser causada por varios factores.

Por lo general, las personas con las venas pequeñas, una condición que hace que sea difícil encontrar una buena vena y que puede hacer que las inyecciones sean dolorosas, desarrollan miedo a las agujas.

Ver a alguien más que sufre de un pinchazo doloroso también contribuye con la fobia.

Los estudios sugieren que algunos adultos con tripanofobia quedaron traumatizados con los pinchazos con agujas cuando eran niños o lactantes. También hay evidencia de que el miedo a las agujas podría ser heredado, aunque no hay registros de la tripanofobia antes de 1844, cuando el médico irlandés Francis Rynd inventó una aguja hueca diseñada para realizar inyecciones subcutáneas. Alexander Wood, un doctor escocés, agregó un émbolo a una jeringa en 1853.

Tenerle miedo a las agujas no significa ser débil. Sonny Liston, el campeón de boxeo de peso pesado, y Jackie Chan, héroe de las películas de artes marciales y de acción, sufrían de tripanofobia. También la sufre Alice Cooper, el artista de shock rock,  quien dijo: “Puedo poner mi cabeza en una guillotina y jugar con una serpiente, pero no, agujas no”.

Bojan Tomov de la isla Staten dijo que su miedo insoportable a las agujas impactó su salud porque él evitaba realizarse los análisis de sangre habituales. “Yo podía desmayarme fácilmente cada vez que ponían una aguja frente a mí”, recordó.

Tomov consultó a un psicólogo y fue capaz de superar su miedo a través de la habituación, una técnica en la que los individuos se someten de manera progresiva a cosas a las que les temen. A medida que aumenta la exposición, el miedo y la ansiedad disminuyen. “Sujetaba una aguja y la miraba fijamente por 15 a 20 minutos”, dijo.

Primero, tenía miedo. Pero, eventualmente, enfrentó sus miedos. Ahora es capaz de realizarse análisis de sangre, vacunarse y ya no evita las transfusiones.

“Algunas personas dirán que la fobia a las agujas duran de por vida, lo que es falso. Yo fui capaz de superar la agujo fobia en un par de citas con el psicólogo y con mucho enfoque en los pensamientos positivos”, dijo.